El cambio climático demuestra repetidamente que es una fuerza estructural que está transformando los mercados globales, necesitamos invertir en adaptación para pasar de ser un simple ejercicio de gestión de riesgos a una propuesta de valor a largo plazo que pueda generar importantes retornos. Entendemos que ya es hora de cambiar la narrativa, y los inversores de impacto pueden ser los líderes.

A pesar de las inundaciones sin precedentes en varios países y los incendios forestales en California, y de nuestra creciente comprensión de la amenaza a la vida, la escasez de recursos y la inestabilidad geopolítica que estos fenómenos suponen, la inversión en adaptación climática sigue relegada a un segundo plano debido a su complejidad, sus largos plazos y su percepción de «bien público». Según la última encuesta de inversión del Banco Europeo de Inversiones, si bien el 66 % de las empresas de la UE reconocen las amenazas climáticas físicas, solo el 22 % cuenta con estrategias de adaptación. Algunos inversores del sector privado se muestran reacios a participar, ya que muchos consideran que la zona depende demasiado de la financiación pública.

Tenemos un ejemplo bien claro. El éxodo del personal del Banco de Inglaterra en funciones de supervisión de riesgos climáticos y naturales reitera la situación y pone de manifiesto la desilusión ante la falta de acción climática en el sector público. Esto se debe, en parte, a un fallo de comunicación: se reconoce el riesgo, pero no se traduce en urgencia debido a la falta de una narrativa que destaque la oportunidad estratégica que ofrece la adaptación climática. 

Y es un gran logro. El Foro Económico Mundial y Boston Consulting Group demostraron recientemente que la oportunidad de inversión en soluciones de adaptación climática podría aumentar de 2 billones de dólares a 9 billones de dólares para 2050, tanto en tecnologías consolidadas como emergentes. Los inversores de impacto se encuentran en una posición privilegiada para ayudar.

Desde soluciones de financiación combinada que reducen el riesgo de las inversiones hasta bonos de impacto vinculados a resultados de resiliencia y soluciones basadas en la naturaleza con cobeneficios, los inversores de impacto son quienes pueden contribuir a que la inversión en adaptación climática pase de ser marginal a ser una inversión generalizada. Con una posición privilegiada para responder a situaciones específicas del contexto, pueden apoyar soluciones pequeñas o en fase inicial a largo plazo. Con un enfoque flexible y sin temor a la innovación, son los inversores de impacto quienes pueden impulsar la comprensión de la rentabilidad de la inversión y facilitar el crecimiento a escala.

Sabemos que el éxito requiere más que capital; las comunicaciones deben replantear la adaptación climática como la mejor opción, destacando la oportunidad estratégica y vinculando las soluciones con la resiliencia y el crecimiento.

Según un reciente estudio que demuestra que la financiación para la adaptación climática y la resiliencia se encuentra entre las inversiones de desarrollo de mayor impacto disponibles, y que por cada dólar invertido, se espera un rendimiento de más de 10 dólares en beneficios durante un período de 10 años. Se proyecta que algunos sectores, como la salud, generarán una rentabilidad superior al 78 %, gracias a los grandes beneficios de proteger vidas de los impactos relacionados con el clima, como el estrés térmico, la malaria y el dengue. 

Influencia de la percepción y sesgo 

A pesar de los argumentos a favor de la inversión, dos sesgos cognitivos sustentan la inacción. El primero es el sesgo del statu quo: una preferencia por modelos de inversión conocidos que siguen generando rentabilidad, incluso cuando el terreno se tambalea. El segundo es el sesgo del optimismo: la creencia de que los impactos climáticos graves son distantes o controlables. Estos sesgos crean una peligrosa complacencia que frena la innovación y retrasa la acción necesaria.

A esto se suman el resurgimiento de los movimientos negacionistas del cambio climático y la aceptación, por parte de algunos gobiernos, de que el cambio climático es real pero inevitable. La polarización política enturbia aún más el panorama, con una creciente brecha de percepción entre los políticos y sus electores. La erosión del liderazgo institucional —ejemplificada por la retirada de Estados Unidos de los marcos multilaterales— también ha dejado un vacío en la gobernanza climática global. La presión aumenta con la inminente COP30 en Brasil.

Para superar estas barreras, la comunicación debe ser clara, fiable y basada en la evidencia. Cabe destacar que el estudio analizó los proyectos utilizando el marco del triple dividendo de la resiliencia (TDR), reveló que solo el 8 % de las inversiones estimaron el valor total de estos dividendos, con tasas de rendimiento reales considerablemente subestimadas. Abordar este problema es crucial para cambiar la actitud hacia la inversión en adaptación y aprovechar las oportunidades. 

Lenguaje vocal y visible

Necesitamos un nuevo lenguaje que aborde las oportunidades, no solo las obligaciones. Uno que posicione la adaptación climática como motor de innovación, competitividad y crecimiento, e involucre no solo a los inversores, sino también a los responsables políticos, los líderes empresariales y el público en general. Necesitamos destacar la resiliencia generada por iniciativas bien diseñadas y mostrar los múltiples beneficios que genera para las personas, las comunidades, las organizaciones y las economías en conjunto.

Se trata de mucho más que reportar datos y cifras en una página. Para materializar la oportunidad y cambiar opiniones se requiere transparencia, contar historias y el compromiso de demostrar impacto. Además de las estadísticas, deben existir historias humanas, donde se combinen experiencias vividas y aprendidas. De hecho, dado que muchas de las soluciones se impulsan a nivel local, la participación comunitaria en las comunicaciones debe convertirse en la norma, no en la excepción.

Compromiso para demostrar impacto

Ante todo, es necesario cambiar la narrativa, pasando de una de control de daños a una de innovación y crecimiento del mercado. Destaquemos las pérdidas financieras que se evitan invirtiendo en resiliencia. Posicionemos la adaptación como un desarrollo urbano climáticamente inteligente. Destaquemos la adaptación impulsada por la tecnología, que será crucial para los sistemas de alerta temprana y la modelización predictiva. Posicionemos la adaptación como la próxima frontera de la inversión ESG.

El camino del riesgo a la resiliencia no solo es necesario, sino inevitable, y los inversores de impacto tienen las herramientas, la influencia y la responsabilidad de impulsar esta transformación. Al combinar capital con comunicación, pueden impulsar una nueva era de inversión en desarrollo sostenible que beneficie a las personas, el planeta y las ganancias.

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